Gran Parada de Tradición, territorio ideal para ingenio y desparpajo de los disfraces
Este domingo salieron a la Vía 40 un total de 145 individuales y grupales.
El Carnaval de Barranquilla fue una vez más este domingo el escenario ideal para darle rienda suelta al talento y a la creatividad a través de danzas, congos, marimondas y cumbiambas de tradición, entre otros, pero también, el “territorio de goce” en el que hubo espacio para que muchos artistas, algunos de ellos espontáneos, para disfrazarse y salir a la Gran Parada de Tradición a recibir los aplausos, que para ellos es la mejor recompensa a su trabajo.
Ese desparpajo característico del caribeño, y en particular del barranquillero, herencia de las culturas indígena, africana y española combinada con un talento desbordante,, salió otra vez a flote para arrancar carcajadas entre quienes se apostaron a ambos lados de la Vía 40 a esperar el desfile.
Porque estos cuatro días oficiales de la fiesta, son una especie de “pasaporte” para reír a carcajadas y olvidarse de los sinsabores que pueda traer lo cotidiano.
El mimo carnavalero
Allí en la Vía 40, sobre el mediodía, aparecieron encabezando el espectáculo Franklyn Pertuz, un mimo que además hace las veces de payaso, arte con el que ha sobrevivido durante 23 años.
Junto a 'Beethoven' y 'Firulais' sus dos inseparables perros que él elaboró con felpa, alambre y esponja, este artista callejero hizo reír con sus ocurrencias a quienes estaban desde los palcos y minipalcos.
"Yo vivo del arte, me gusta que la gente disfrute con lo que hago, a veces a alguien no le gusta, pero no le prestó atención".
A dos metros del bloque de disfraces individuales y colectivos va Carlos Ospino Sánchez, un profesor de artes plásticas que trabaja en El Difícil, municipio del Magdalena.
En su personaje de 'Santo, el enmascarado de plata', un campeón mexicano de lucha célebre en ese deporte en la década de los setenta y ochenta, está enfundado desde Batalla de Flores.
Cuenta que para personificar a este ídolo de varias generaciones tuvo que reunir un millón y medio de pesos.
"La máscara de plata me la trajo una prima de México. Hacer las veces de El Santo es un orgullo porque cuando paso, la gente me pide fotos, sobre todos los mayores de 50", dice, mientras se gira para mostrar su capa roja diseñada en tela brillante.
Ospino cuenta que vive orgulloso de su arte, con el que ha ganado varios Congos de Oro. "En el 2025 saldré de Blue Demon, otro luchador mexicano".
Magia en el Carnaval
Otro artista que cada año participa con sus disfraces en el Carnaval de Barranquilla es el cartagenero René Antonio Grumieaux, que en este 2024 personifica a 'Gandalf, el gris', el mago de 'El Señor de los anillos'.
En diálogo con Zona Cero contó que vive en Barranquilla desde hace 23 años a lo largo de los cuales ha interpretado a 'Moisés', personaje bíblico.
"Me encanta hacer de mago y recordar que la magia existe", asegura este médico homeópata al que le encanta la filosofía y la literatura.
Una tradición
El Carnaval de antaño tuvo disfraces individuales icónicos y digamos simples, sin ningún cometido como los que mencionamos antes.
Están de ejemplo la ‘enfermera’, ‘Cantinflas’, ‘el bebé’, ‘el descabezado’, que aún permanece y que ha trascendido de generación en generación, entre la familia del autor original.
Igualmente ‘la loca Nancy’, los hombres vestidos de mujer, ‘el mohicano’, solo para mencionar algunos.
Uno de los disfraces individuales icónicos que se remonta probablemente al inicio del Carnaval mismo, es el de la ‘marimonda’.
Es la clásica representación carnavalera que conjuga la burla y la gracia, y que de acuerdo con la historia de las carnestolendas, lo representaban para mofarse de la clase pudiente de nuestra sociedad. Más que un disfraz individual se podría decir que era un disfraz solitario.
Trajes al revés de sacos y pantalones que alguna vez fueron de estreno, el estilo de máscara que aún se mantiene, y como para que no quedara duda del objetivo burlesco, se acompañaba de un pito con sonido ‘agresivo’, digamos, que hacían sonar al compás de expresiones obscenas.
Fue tal la figuración de este disfraz individual, que cuando ya prácticamente había desaparecido lo rescató a la escena carnavalera el inolvidable ‘Paraguita’ Morales, hasta convertirlo en una de las comparsas más atractivas y numerosas.
Lo vistió de fantasía, le quitó el pito, el lenguaje indecente de señas, y le incluyó una coreografía de baile maravillosa.
Ese arte de “sacarle punta” desparpajo, al talento y a la creatividad entre el público a lo largo de los 4 kilómetros de la Vía 40 está garantizado por muchos años, como volvió a quedar demostrado este domingo.